Hace ya unos veranos tuve el placer de conocer a una pareja de apicultures de la localidad de Arenas de Cabrales (Asturias).
Nos enseñaron a mí y a mi familia cómo trabajan con las abejas, cómo las cuidan. Me fascinaron. Su dedicación, su pasión y respeto por la naturaleza. En colaboración con ellas y gracias a ellas, comercializan la miel, jalea, elaboran jabones, ungüentos, bálsamos.. totalmente artesanales, respetando en todo momento los ritmos biológicos de las abejas y con producciones limitadas. Su mantra era (y me imagino seguirá siéndolo), SIN ABEJAS NO HAY PARAÍSO.
Nos demostraron la importancia innegable de cuidarlas y protegerlas para la sostenibilidad y calidad de vida en el planeta. Son un indicativo esencial de la salud de nuestro entorno: nuestros árboles, plantas, flores, agricultura,…
Recorrimos los montes de los alrededores, nos mostraron cómo nacieron los Picos de Europa, su edad geológica, los diferentes bosques del entorno, sobre la castaña (a veces injustamente olvidada), que fue pilar de la economía y sustento de los asturianos durante muchísimos años, el «oro» de la época.
Con este artículo, aprovechando que hoy es el Día Mundial de las Abejas he querido trasladaros mi vivencia de aquel verano e invitarnos a tod@s a reflexionar sobre la importancia de cuidar nuestro entorno lo máximo que podamos.
Muchas gracias.